Suena
con fuerza la palabra regeneración en el mundo político. Emergen nuevas figuras
e incluso nuevas formas de hacer política o al menos esa imagen pretende darse.
Sin embargo, tengo grandes dudas sobre lo que nuestra clase política entiende
por regeneración.
Sobre el
PP, las dudas tornan en certezas, o acaso hay forma alguna de disfrazarnos como
renovadores a Esperanza Aguirre, la que fuera lideresa y caza talentos de una
comunidad sumida en la corrupción, la que escapa de los agentes municipales llevándoselos
por delante si es necesario, la que declaró abandonar sin marcha atrás la
primera línea política o al imputado y arrogante machista León de la Riva.
Pero
no solo sobre el PP me asaltan las dudas. PODEMOS se presenta como el partido
llamado a encabezar la regeneración de la política, a devolver la democracia
robada al pueblo pero pronto empiezan a caer en viejos errores conocidos.
Critican sin piedad, algo loable, cualquier posible práctica corrupta en los
demás partidos pero se escudan en conspiraciones de los medios ante las
irregularidades que afloran sobre sus dirigentes. Sus propios simpatizantes, en
gran medida ex militantes de PSOE, IU muy críticos con las prácticas corruptas en
estos partidos salen en defensa a ultranza de sus nuevos líderes mesiánicos
acallando misteriosamente su otrora conciencia crítica. ¿Por qué vuelven a caer
en el viejo seguidismo a unas figuras mediáticas? He de reconocer que han dado
esperanzas de cambio a la gente, pero ¿acaso Juan Carlos Monedero o Pablo
Iglesias han paralizado los desahucios, han aprovechado su popularidad para
poner en marcha campañas solidarias, han logrado paralizar los recortes en
Sanidad o educación para merecer tal culto? ¿ Es habitual que los ciudadanos de
a pie facturen cientos de miles de € a gobiernos extranjeros o hagan regularizaciones
“voluntarias” a hacienda de 200000€!! , o esto parece algo más propio de gente
de la “casta”?
IU
palidece prácticamente absorbida por PODEMOS, y si bien su líder Alberto Garzón
, parece representar un soplo de aire fresco en la política española, gobernar
comunidades con el PP como en Extremadura, o estar envueltos en casos de corrupción
como las tarjetas “black” minan su
credibilidad.
Poco
tengo que decir de UPD, o el cortijo montado por Rosa Diez para saciar las
aspiraciones de poder que la militancia del PSOE le negó. El intento de CIUDADANOS
por venderse como partido de centro izquierda, liberal o centro derecha según
convenga la ocasión no inspira demasiado confianza, cuando es bien conocida la tradición
de derechas de muchos de sus dirigentes a poco que se indague.
No
puedo, por muy socialista que me sienta, obviar las dudas que genera la
regeneración del PSOE encabezada, según se pregunte, por Pedro Sánchez o Susana
Díaz. Que toda su carrera profesional sea vinculada a la política, la forma en
que llegó al gobierno de Andalucía, las primarias “a la búlgara” en las que los
secretarios generales provinciales, locales… se daban codazos por ser los
primeros en apoyarla, la gestión del caso de los EREs dificultan la ansiada renovación
del PSOE Andaluz que Susana debería representar. Por su parte, Pedro parece
querer enarbolar la bandera regeneradora que todos los partidos se afanan en
portar. Algunas de sus primeras decisiones como la expulsión de los usuarios de
las tarjetas “black” así lo atesoran, pero las incertidumbres sobre sus
disputas con Susana, las futuras citas electorales o la polémica decisión sobre Tomás Gómez amenazan
su propio liderazgo en el PSOE.
Nos
situamos así, a mi entender, en un momento crítico en que se dilucidará si la regeneración
de la política española quedará tan solo en un mero maquillaje cosmético de
cambio de caras con mismas formas de gobierno. La crisis, que tanto daño ha
hecho a la sociedad española, puede ser la oportunidad histórica de decir a las
elites de nuestro país que se acabó su festín a costa de la ciudadanía. Se hace
por tanto más necesaria que nunca la militancia crítica dentro de los partidos,
la exigencia de ética a los líderes que nos representan y el castigo en las
urnas a aquellos que practican la corrupción y el despotismo como forma de
gobierno. La oportunidad de cambio no pasa en mi opinión por Pablo Iglesias,
Pedro Sánchez ni mucho menos por Rajoy sino porque exista una masa crítica de
ciudadanos dispuestos a “obligarlos” a llevarlo a cabo, a decirles que no nos
conformamos con migajas ni aparentes cambios.