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sábado, 14 de marzo de 2015

¿REGENERACIÓN?

                                 
         
Suena con fuerza la palabra regeneración en el mundo político. Emergen nuevas figuras e incluso nuevas formas de hacer política o al menos esa imagen pretende darse. Sin embargo, tengo grandes dudas sobre lo que nuestra clase política entiende por regeneración.
Sobre el PP, las dudas tornan en certezas, o acaso hay forma alguna de disfrazarnos como renovadores a Esperanza Aguirre, la que fuera lideresa y caza talentos de una comunidad sumida en la corrupción, la que escapa de los agentes municipales llevándoselos por delante si es necesario, la que declaró abandonar sin marcha atrás la primera línea política o al imputado y arrogante machista León de la Riva. 
Pero no solo sobre el PP me asaltan las dudas. PODEMOS se presenta como el partido llamado a encabezar la regeneración de la política, a devolver la democracia robada al pueblo pero pronto empiezan a caer en viejos errores conocidos. Critican sin piedad, algo loable, cualquier posible práctica corrupta en los demás partidos pero se escudan en conspiraciones de los medios ante las irregularidades que afloran sobre sus dirigentes. Sus propios simpatizantes, en gran medida ex militantes de PSOE, IU muy críticos con las prácticas corruptas en estos partidos salen en defensa a ultranza de sus nuevos líderes mesiánicos acallando misteriosamente su otrora conciencia crítica. ¿Por qué vuelven a caer en el viejo seguidismo a unas figuras mediáticas? He de reconocer que han dado esperanzas de cambio a la gente, pero ¿acaso Juan Carlos Monedero o Pablo Iglesias han paralizado los desahucios, han aprovechado su popularidad para poner en marcha campañas solidarias, han logrado paralizar los recortes en Sanidad o educación para merecer tal culto? ¿ Es habitual que los ciudadanos de a pie facturen cientos de miles de € a gobiernos extranjeros o hagan regularizaciones “voluntarias” a hacienda de 200000€!! , o esto parece algo más propio de gente de la “casta”?
IU palidece prácticamente absorbida por PODEMOS, y si bien su líder Alberto Garzón , parece representar un soplo de aire fresco en la política española, gobernar comunidades con el PP como en Extremadura, o estar envueltos en casos de corrupción como las tarjetas “black”  minan su credibilidad.
Poco tengo que decir de UPD, o el cortijo montado por Rosa Diez para saciar las aspiraciones de poder que la militancia del PSOE le negó. El intento de CIUDADANOS por venderse como partido de centro izquierda, liberal o centro derecha según convenga la ocasión no inspira demasiado confianza, cuando es bien conocida la tradición de derechas de muchos de sus dirigentes a poco que se indague.
No puedo, por muy socialista que me sienta, obviar las dudas que genera la regeneración del PSOE encabezada, según se pregunte, por Pedro Sánchez o Susana Díaz. Que toda su carrera profesional sea vinculada a la política, la forma en que llegó al gobierno de Andalucía, las primarias “a la búlgara” en las que los secretarios generales provinciales, locales… se daban codazos por ser los primeros en apoyarla, la gestión del caso de los EREs dificultan la ansiada renovación del PSOE Andaluz que Susana debería representar. Por su parte, Pedro parece querer enarbolar la bandera regeneradora que todos los partidos se afanan en portar. Algunas de sus primeras decisiones como la expulsión de los usuarios de las tarjetas “black” así lo atesoran, pero las incertidumbres sobre sus disputas con Susana, las futuras citas electorales  o la polémica decisión sobre Tomás Gómez amenazan su propio liderazgo en el PSOE.

Nos situamos así, a mi entender, en un momento crítico en que se dilucidará si la regeneración de la política española quedará tan solo en un mero maquillaje cosmético de cambio de caras con mismas formas de gobierno. La crisis, que tanto daño ha hecho a la sociedad española, puede ser la oportunidad histórica de decir a las elites de nuestro país que se acabó su festín a costa de la ciudadanía. Se hace por tanto más necesaria que nunca la militancia crítica dentro de los partidos, la exigencia de ética a los líderes que nos representan y el castigo en las urnas a aquellos que practican la corrupción y el despotismo como forma de gobierno. La oportunidad de cambio no pasa en mi opinión por Pablo Iglesias, Pedro Sánchez ni mucho menos por Rajoy sino porque exista una masa crítica de ciudadanos dispuestos a “obligarlos” a llevarlo a cabo, a decirles que no nos conformamos con migajas ni aparentes cambios.

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